La pandemia nos tiene en un cautiverio que nunca antes habíamos experimentado, es absolutamente desconocida la experiencia, inédita en varios aspectos y sobretodo, muy extensa. El panorama en nuestro país no es muy alentador respecto a la suspensión del confinamiento y la reincorporación a una vida algo más normal, no por lo menos como vivíamos antes, hace ya más de un año.
No todo es tan malo y de ser posible intentar salir de a poco, evitando por supuesto los lugares atochados de gente, ya que es mayoritariamente aquí en donde se prolifera con mayor facilidad el virus del covid y por tanto en donde más debemos extremar las medidas de auto cuidado. La más conocida y ya una insignia, es la famosa mascarilla, barbijo o tapabocas, imprescindible y prohibido no usarla en supermercados, oficinas de atención y en general en cualquier lugar público.
Pues bien, llega también la esperanza entre tanta desolación sumándole una salida para aportar en cómo podríamos frenar los contagios, aumentar nuestra protección y resguardo ante este, ya no tan desconocido virus, es que te queremos presentar a continuación las cualidades y beneficios de los protectores faciales de policarbonato.
Extra protección y la ayuda de los escudos faciales
Cuando comenzaban las primeras hospitalizaciones y los centros de salud sufrían el primer colapso, comenzamos a observar que los equipos de trabajo, además de la mascarilla y el traje especial (tipo espacial) para protegerlos del virus, también llevaban en su cara, un escudo facial. Tal como lo dice el nombre, este es para la protección completa de todo el rostro, incluidos los ojos, la nariz y la boca, principales focos por donde el coronavirus (y otros gérmenes) hace su entrada.
Este es un material sólido, transparente, es de policarbonato y cumple con una función extraordinaria y de gran aporte, que cubre la cara completa, desde la frente hasta debajo de la barbilla; por tanto no permite que ninguna de las gotas de saliva que están en el ambiente, que puedan transportar el coronavirus, lleguen hasta nuestra piel, que es una zona de grandes posibilidades de infección.
Es por esto que las autoridades sanitarias comenzaron a recomendar el uso de protectores o escudos faciales, acompañados siempre de mascarilla, como modo de prevención extra al coronavirus. Se origina a la par, una seguidilla de cuestionamientos respecto a si era o no efectiva esta medida de protección o no. Lo primero que hay que resaltar en esta discusión, es ciertas características físicas del protector.
La forma en este caso es muy importante y se trata de cómo y cuánto abarca nuestro rostro. Tiene que ser completa, sobre todo los ojos y esto implica la parte superior, o sea la frente completa, este detalle es significativo ya que el virus circula en el ambiente y es dirigido con fuerza al estornudar, toser e incluso cantar, puede ingresar por la parte alta de la cara, incluso por los costados. Es por esto que también el protector debe ser cerrado lateralmente, impidiendo la entrada por la zona de los oídos.
Para que la prevención sea efectiva, el escudo facial ha de estar absolutamente cerrado por todos los frentes, la piel y las vías de respiración son las más propensas a la infección.
Los protectores faciales de policarbonato hoy son usados por gran parte de la población, es de los favoritos de los adultos mayores, usados correctamente con la mascarilla, les da más seguridad y libertad respecto a sus movimientos. A pesar de que el policarbonato es un material sólido, rígido, resistente a golpes, no se astilla y es muy fácil de desinfectar, no es pesado para llevarlo bajo el soporte de anteojos e increíblemente, con todos los beneficios que hemos visto, no tiene un costo inalcanzable para nadie, es por eso también que lo vemos cada día ocupado por más personas.
Es necesario mencionar que las protectores de policarbonato tienen una resistencia al impacto 200 veces superior al vidrio, son reciclables y reutilizables, se ajustan a la medida de la cabeza, en niños y adolescentes, su armado es en dos simples pasos, son livianas, cómodas, resisten cambios bruscos de temperatura y cumplen con las recomendaciones dictadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
